“La necesidad de crear arte es una necesidad como la de hacer el amor o la de nutrirse”
Juanjo Talavera
Luis de Pablo es, desde hace ya mucho tiempo, uno de los nombres fundamentales de la composición contemporánea. Resulta, por tanto, innecesario enumerar sus méritos o galardones. A sus ochenta años, cumplidos en 2010, recibió un homenaje en el XII Festival Internacional de Música Contemporánea de Madrid (Coma ‘10).
Acudo a su casa de Madrid en una cálida tarde de otoño y, desde el principio, la conversación resulta fascinante. Testigo a la vez que protagonista de la cultura del último medio siglo, Luis de Pablo pasa con naturalidad de Messiaen a Vicente Aleixandre o de Picasso a Góngora. En todo se pronuncia con una sinceridad y honestidad que se agradece, especialmente en unos tiempos donde predomina lo políticamente correcto y la expresión neutra, vacía y carente de compromiso.
Tanto Luis de Pablo como yo mismo hemos querido reflejar de la manera más fiel posible el tono coloquial y relajado en el que se produjo la charla. Por tanto, las pequeñas incorrecciones gramaticales que aquí y allá puedan aparecer son debidas a la espontaneidad característica de la lengua hablada, lógicamente distinta de la escrita.
JUANJO TALAVERA: Puesto que el motivo de la entrevista es el homenaje que se hizo a ti, junto a Halffter y a Angulo, me gustaría empezar preguntándote si, a la vista de la impresionante lista de reconocimientos y premios que has recibido en tu carrera (Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid, Premio Nacional de Bellas Artes, Oficial de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura francés, Premio Nacional de Música de España, Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, etc.), todavía hoy sigue haciéndote ilusión recibir premios, si se llega uno a cansar, o este que en cierto modo es dado por tus colegas de profesión tiene una significación especial.
LUIS DE PABLO: Naturalmente es una cosa que satisface. Sería absolutamente imposible que no fuese así. Lo que significa es que uno ha llegado a una determinada edad y que algo de lo que ha hecho ha sido reconocido como válido, con justicia o sin ella. Es decir, que una serie de personas piensan que lo que yo he podido hacer hasta el día tiene un valor y que lo quieren reconocer.
Eso, claro está, es siempre muy ambiguo, muy ambivalente. Yo lo agradezco en lo que vale, que vale mucho, pero por otra parte uno podría pensar que hubiera sido mejor que me lo dieran antes o que no me añade nada, salvo el dinero si lo hay.
JT: Eso siempre es agradable.
LP: Naturalmente que es muy agradable, y, sobre todo, confiere una cosa que es muy importante: una mayor fe en lo que se hace. Ya hay un reconocimiento explícito que tiene una forma tangible, la que sea, pero tangible, y eso es positivo, claro está. Todos sabemos que muchísima gente importantísima se ha muerto sin un triste premio y otros lo han tenido sin merecerlo. Eso hay que saberlo, pero yo no soy tan masoquista como para pensar que soy uno de los que ha recibido premios sin merecerlo.
JT: Yo, modestamente, creo que sí te lo mereces y que, además, la gente te lo da con cariño y afecto.
LP: Sí, es muy cierto que las cosas que yo he recibido han sido con una postura de la gente que me lo ha dado extraordinariamente positiva, dentro y fuera de España, eso es así.
JT: Yo tengo esa sensación.
LP: Vamos, yo es la impresión que tengo.
“La música llamada clásica es un inmenso fracaso, toda, toda, desde el gregoriano hasta nuestros días” |
JT: En alguna entrevista has comentado que, en ciertos momentos, a algunos autores, en palabras tuyas, “se les negaba el pan y la sal”, hablamos de un Bartók, de un Stravinsky, etc. ¿Tú sientes que en alguna ocasión has vivido algo similar, aunque obviamente a día de hoy no sea así?
LP: El caso de Bartók es trágico porque él no llegó a conocer la aceptación de su música, se murió antes, pero en mi caso es muy difícil contestar a esa pregunta para ser exactos. Si hablamos en general, yo tengo que decir que estoy satisfecho de la acogida que ha tenido mi música, pero si hablamos país por país es muy distinto. En España han llegado las cosas tarde, pero eso podríamos decir que es una cosa muy característica de nuestro país para cierto tipo de artistas.
Naturalmente, un artista que produce mucho dinero con lo que hace, sea pintor, músico o lo que sea, inmediatamente va a ser reconocido y puesto en los cuernos de la luna, pero evidentemente no es mi caso. La música mía (entre carcajadas) no produce el dinero que pueda producir un cantautor o un zarzuelista de hace ochenta o cien años. Eso está bastante claro. El hecho de que me hayan dado un premio quizá es más meritorio porque no se puede decir que a través de mi música se mueva demasiado el elemento económico.
JT: Es evidente que el mercado de la música contemporánea es muy reducido.
LP: No ya la música contemporánea, cualquier música. En realidad, contemporáneas lo han sido todas en algún momento. El caso de Falla es elocuente. Falla ha llegado a producir mucho dinero mucho después de haberse muerto, y eso hablando de España. En otros países quizá son más permeables que en el nuestro, pero el nuestro, concretamente en el terreno de la música llamada clásica, a falta de otra cosa mejor, no ha tenido esa permeabilidad.
La prueba más evidente la tenemos si miramos hacia el pasado y vemos que no ha habido producción de música clásica en casi todo el siglo XIX. Ha habido algunas “gotitas” que han pasado completamente desapercibidas, que han sido olvidadas y que ahora, en algunos casos, se empiezan a exhumar.
Lo que se llevó el gato al agua evidentemente fue la zarzuela. O sea que nuestro país, en ese sentido, es muy sui generis.
JT: Por eso yo quería preguntarte si, en tu caso, es cierto que el reconocimiento ha sido mayor fuera de España.
LP: Sí es cierto, sobre todo en lo que se refiere a lo que pudiéramos llamar el despegue, el empezar la carrera de compositor. Para mí fue muchísimo más fácil en Francia o Alemania de lo que lo fue aquí. Tan es así que yo me marché y no me marché para hacer turismo. Me marché porque me era más fácil vivir fuera y porque se me ofreció la posibilidad de hacerlo.
Para ser preciso, la primera vez en mi vida que yo pude vivir estrictamente de la música con una beca que no pedía nada más que compusiera en un determinado sitio fue en Alemania. Yo tenía ya más de treinta años y fue una beca para residir en Berlín occidental en los 60. Se me invitó para componer tranquilamente, sin ninguna otra obligación.
JT: Lo que pasa es que Alemania tiene una tradición musical que no se puede comparar con la de España.
LP: Claro, eso no podía suceder en España. No sucede ahora tampoco.