Cristóbal Halffter

“Tenemos que conseguir que nuestros nietos tengan la posibilidad de conocer nuestra época en lo que tiene de más importante, noble, sutil y refinado”

JT: Además de defender estas tesis formalistas, también has dicho que la obra transmite una expresión. Podríamos afirmar que eres una especie de síntesis, como otros compositores, entre el concepto de música como forma (pienso en las teorías de Hanslick del siglo XIX) y de música como expresión. Para mí, tu producción representa ese equilibrio porque encontramos en ella esa preocupación por la obra bien construida, pero, a la vez, con un afán de expresión, de comunicación.

CH: Creo que la expresividad de la música es muy grande, pero esa expresividad es  abstracta. No se puede decir: este sonido representa la muerte. A mí, lo que más me interesa es presentarle al oyente algo que empieza y que termina, cuya forma posea el mayor rigor  posible y que, durante el espacio sonoro en el que transcurre, ese oyente solamente esté pendiente del discurso musical.

Foto 4JT: Te apoderas de él y lo seduces de alguna manera.

CH: Le propongo la continuidad de mis sonidos y el oyente hace su elección. Después puede salir del concierto y decir: “qué barbaridad, qué cosa tan espantosa…” Pero ha estado allí. Y eso supone que si lo escucha una segunda vez, a lo mejor empieza a percibir su belleza, porque yo no me he olvidado de pretender crear belleza.

JT: Es que si no la encuentras, estás ante un objeto muerto en cierto modo.

CH: Claro. Estoy en el camino de no dejar de crear belleza. Y ¿qué es la belleza? Eso es complicadísimo de explicar… Depende, además, del fenotipo de la persona. Alguien puede decir: “para mí esto es bello y esto otro no lo es”. Y tiene el pleno derecho de elegir, aunque respetando que otro piense lo contrario, pero siempre dentro de una altura creativa.

JT: En relación con todo esto he recordado una anécdota relativa a un encuentro que hubo entre Richard Strauss y Stravinsky. Tras asistir a una representación de El pájaro de fuego, obra que como todos sabemos empieza muy suavemente como entre susurros, Strauss felicitó a Stravinsky por su obra pero le recomendó que intentase sacudir al oyente al principio para luego hacer lo que quisiera una vez que ya lo tuviese cautivo. Creo que esta era la idea más o menos. Eso me recordó tus teorías de que cuando pones en marcha la maquinaria musical quieres captar la atención del oyente mediante diferentes técnicas: los contrastes, para que no se distraiga, o la insistencia en un cierto material para que quede casi hipnotizado. Con esos dos polos contrarios juegas y manejas tus tensiones.

CH: Lo que quiero es “abrir el grifo” y que salga música. Y luego, en el momento oportuno, cerrarlo. Pero en ese intervalo, conseguir que el oyente haya estado atento.

“Estamos empezando a acostumbrarnos a oírlo todo empaquetado”

JT: Has dicho en alguna ocasión: “la música es arte y es ciencia”, matizando después que, tras el siglo XVII, ese aspecto científico de lo musical se había ido perdiendo. Supongo que te referías a España porque si piensas en Bach, ese rigor, esa perfección asombrosa, sobrenatural, divina, esos aspectos numerológicos de su obra parecen indicar otra cosa.

Entrevista 6CH: Yo me refería a España, aunque esto sería muy largo de comentar. La decadencia española, que para mí empieza después de la Paz de Westfalia en 1648 cuando España se queda completamente marginada del resto de Europa, se manifiesta por tres hechos fundamentales: por la falta de una ciencia española, pensada y escrita en español; por la falta de una filosofía escrita y pensada en español; y por la falta de una música escrita, pensada y analizada en castellano. Y eso es lo que nos hace quedarnos completamente al margen de Europa, porque si pensamos, a partir del siglo XVII, en la evolución que experimentan las artes, la música, todo… España se quedó al margen.

JT: En la entrevista que recientemente le hice a Luis de Pablo hablábamos de estas cosas y comentábamos la diferencia que, por ejemplo, en lo relativo a la música, había entre el siglo XIX español y el alemán (Schubert, Beethoven, Brahms, Bruckner…). La distancia es abismal.

CH: Es que en España, en el XIX, hubo poca producción a la altura de la tradición cultural que nos ha precedido. Pero no porque faltasen creadores y pensadores que pudieran hacer ese trabajo, sino porque la sociedad no lo demandaba. Porque lo que le pedía esa sociedad a un músico muy bueno, como es el caso de Barbieri, es que compusiese zarzuelas, no que escribiese una sinfonía, por ejemplo. Este era el caso de Bretón y de otros muchos. Lo que  faltaba era el estímulo de la sociedad.

“Hacer y percibir música es algo absolutamente irracional”

JT: Hay unas palabras tuyas que despiertan en mí mucha curiosidad: “todo lo pequeño me entusiasma, especialmente el mundo de las supercuerdas, que ofrece la posibilidad de conciliar la mecánica cuántica con la música y la teoría de la gravitación o las fuerzas de interacción fuerte y débil”. Yo quería preguntarte, quizá como consecuencia de una interpretación un poco excesiva o subjetiva, si ese interés tuyo por la mecánica cuántica, por ciertos aspectos de la ciencia, se podría traducir musicalmente en tu gusto por las texturas complejas, por esas micro polifonías que usas…

CH: Puede ser…

JT: Mi asociación es la siguiente: cuando tú manejas micro polifonías que, en el fondo, son como pequeños universos microscópicos que no se perciben sino como una mancha, y que puedes entender mejor y clarificar si te acercas a la partitura como con una lupa, ahí se da el fenómeno cuántico en la música.

CH: Sí, sí… Completamente. Y ves que cada instrumentista tiene su do, do sostenido, re, mi… perfectamente escrito, pero que choca con el otro. Eso crea una micro estructura compleja, y la acumulación de esas micro estructuras es lo que genera la gran línea.

JT: Es que he pensado, ¿habrá algo de inconsciente en eso?

quantumCH: No sé si es consciente o no. Desde luego a mí me atrae mucho el mundo de lo infinitamente pequeño. Hace un momento hablábamos del bosón de Higgs. También la nanotecnología resulta fascinante. Si la dimensión de Planck es 1 centímetro dividido por 10 elevado a 33…

JT: Eso resulta casi inconcebible. Ese concepto de lo cuántico lo asocio un poco a cierta idea de la aleatoriedad en el sentido de que lo cuántico parece contradecir las supuestas reacciones que va a haber en la materia y nos produce sorpresas. Eso me ha hecho pensar que cuando utilizas la aleatoriedad quizá haya una especie de relación poética con los fenómenos cuánticos.

CH: Puede ser. Pero la aleatoriedad en mí es interior, no exterior. Es como la física cuántica o la teoría de cuerdas, en donde los elementos, ¡infinitamente pequeños!, pueden desviar la línea general de lo que está pasando.

JT: Te lo planteaba con un enfoque poético más que literal, como una sugerencia…

CH: Es algo que relaciono más intuitiva que racionalmente. Porque además, aunque sea muy aficionado y me guste mucho, para entrar en el mundo de la cuántica hace falta mucho estudio y mucha preparación. Es un mundo apasionante.