Cristóbal Halffter

“La cultura, el arte, es la expresión de la naturaleza, pero a través de la mente del hombre”

JT: Tú sostienes la teoría de que la audición de música de una manera sensible y plena podría hacernos cambiar profundamente o transformar la sociedad, más intensamente cuanto más rica y más compleja fuera esa música. He asociado esas ideas a los antiguos griegos y he pensado en el mito de Orfeo, en el concepto de catarsis de los pitagóricos o en la teoría del ethos que encontramos en Platón o Aristóteles, que vienen todas ellas a decir, más o menos, que la música puede influir poderosamente en el estado espiritual del hombre y modificarlo. ¿Podríamos afirmar que tú serías un ejemplo de actualización de esos principios a nuestro tiempo de hoy?

Foto 6CH: Considero que estoy dentro de esa línea. Creo, con Goethe, que la cultura, el arte, es la expresión de la naturaleza, pero a través de la mente del hombre. La naturaleza crea el arte y prepara la mente del hombre para que lo pueda realizar y es éste quien finalmente lo plasma. A mí, esta reflexión de Goethe me parece muy hermosa y coincido con ella. Pero claro, la naturaleza, aunque bellísima, es de una crueldad tremenda porque carece de sensibilidad. Y lo que aporta el arte es esa belleza a través de la mente del hombre, una belleza impregnada de sensibilidad porque el hombre es consciente de lo que hace. Uno va por el campo y oye un río, unos pájaros… y dice, sí, eso es bello, pero en esa belleza no hay intención creativa.

JT: Luego tiene que llegar un Beethoven y hacer su Pastoral.

CH: Debe darse una intención creativa, un “yo quiero hacer esto”. Los pájaros cantan todos a la vez y el resultado es muy bello, pero eso no es arte. El ruido del mar es impresionante, pero eso no es arte. Eso hay que transformarlo. Lo que para mí no resulta válido es intentar imitar a la naturaleza porque ella, en sí, es inimitable. Lo que hay que hacer es utilizarlo como punto de partida para después aportar la tradición cultural del hombre, que se recibe ya antes de Grecia por medio de un cúmulo de información tremenda. Y eso, en este momento, me preocupa especialmente ya que en la música de consumo esa aportación se ha perdido.

JT: Se ha llegado a una degradación sin límites.

CH: Completamente. Si se dice, como parece, que estamos en un cambio de época, con lo que tenemos que tener cuidado es con no perder los valores esenciales que la civilización occidental ha aportado. Si desaparece y se sustituye por la vulgaridad, por la barbarie, la época empieza mal. El futuro, entonces, se presenta negrísimo porque la degradación seguramente irá a más.

JT: Me temo que sí.

CH: Hay que tener cuidado con lo que debemos conservar para que dentro de cincuenta, sesenta, cien o doscientos años no se pierda el acto en el que se interprete un cuarteto de Beethoven y en el que también alguien lo escuche.

JT: Hacen falta las dos cosas, claro.

CH: Evidentemente. Porque si una de las dos se llega a perder nos situamos en un mundo completamente diferente.

La música es el arte más rico y también el más sutil”

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JT: También has manifestado: “la música ayuda a los seres humanos a llegar a otras dimensiones espirituales”. Esto me ha recordado a todo el romanticismo alemán (E.T.A. Hoffmann, Goethe, Schelling, etc.) y muy especialmente a una frase de Schopenhauer que aparece en El mundo como voluntad y como representación y que dice lo siguiente: “la música no es, ni mucho menos, como las restantes artes, imagen de las ideas, sino imagen de la voluntad misma (…). Por ello, el efecto de la música es mucho más poderoso e insinuante que el de las demás artes, ya que éstas nos dan apenas el reflejo, mientras que aquélla expresa la esencia”. Supongo que tu credo estético es paralelo a este tipo de enunciados.

CH: Sí. Lo que hay que tener en cuenta es que la música es, al igual que la arquitectura, un arte espacial, como decía Goethe. Pero a la que se suma la dimensión temporal.

JT: Transcurre en el tiempo, claro.

CH: La arquitectura permanece congelada. Vemos un orden espacial, sí, pero congelado, mientras que en la música ese orden lo tenemos que construir al recibir un mensaje que es instantáneo. Debemos relacionarlo con lo inmediatamente pasado y con el futuro que viene a continuación. Si somos capaces de conseguir esta unión de pasado, presente y futuro habremos logrado nuestro objetivo.

JT: Hay que lograr una continuidad y que eso se mantenga vivo.

CH: Decía Zubiri que el tiempo es una continuidad de “ahoras”, que se compone de “ahoras” instantáneos.

JT: Siempre estamos en el ahora.

CH: Pero esos “ahoras” son muy complejos, están repletos de cosas.

JT: Vienen de atrás y van hacia algo.

CH: Primeramente, pero además debemos ser conscientes de que un determinado punto sonoro está lleno de acontecimientos, porque oímos muchas cosas a la vez: la tuba, la flauta, el contrafagot, los violines… Y ese conjunto hay que integrarlo en un todo compacto que viene de un lugar y se dirige hacia otro.

JT: Es un fenómeno muy complejo.

CH: Por eso la música es el arte más rico y también el más sutil. Cuando se construye una obra de gran forma, de una duración importante, debemos tener mucho cuidado con la continuidad. Nos enfrentaríamos aquí con problemas de tipo arquitectónico: si se pone aquí una ventana y aquí un balcón, luego ¿qué añadimos? Hay que poner algo y decidir si se repite o no, o plantearse si utilizamos o no la simetría.

La carencia de simetría me atrae mucho. A veces vemos algo que parece  simétrico pero que no lo es en realidad. En esto el románico es una maravilla y un ejemplo. En una iglesia que aparentemente es simétrica, cuando nos fijamos detenidamente detectamos un determinado elemento que la rompe.